Siempre he sido un niño muy feliz y muy tranquilo. En el colegio sacaba buenas notas, pero buscaba aceptación constantemente.
Cuando tenía unos 7 u 8 años, colocados en la fila para entrar a clase, empezaron a llamarme “Maricón”. Esto se repetía cada día antes de entrar a clase y se fue agravando con el tiempo. Dentro de toda esta vorágine, mi padre falleció, mi madre y yo nos mudamos y pasé al instituto.
Poco a poco fui creciendo y el bullying desapareció, pero mi autoestima y confianza conmigo mismo estaba por los suelos.
Más tarde conocí a una persona con la que empecé una relación de pareja que se convirtió en una relación tóxica porque desarrollé dependencia emocional. Lógicamente, esta relación terminó.
Esto me hizo despertar y abrir los ojos, ser consciente de cómo me encontraba yo interiormente. Entonces, decidí empezar a formarme, leer sobre desarrollo personal y a preguntarme muchas cosas.
Decidí plasmar todas estas experiencias en un libro “Muerte y Resurrección”. Conecté mucho con las personas y me dí cuenta que el propósito de mi vida es acompañar y guiar a las personas a su excelencia personal.